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LA FRÁGIL CONSTITUCIONALIZACIÓN DEL ABORTO

  El pasado martes el Gobierno anunció la propuesta de introducir el   aborto en el artículo 43 de la Constitución, al cual se le añadiría la siguiente previsión: “ Se reconoce el derecho de las mujeres a la interrupción voluntaria del embarazo. El ejercicio de este derecho, en todo caso, será garantizado por los poderes públicos asegurando su prestación en condiciones de igualdad efectiva así como la protección de los derechos fundamentales de las mujeres ”.   El acuerdo entre PSOE y Sumar pretende blindar el derecho que las mujeres españolas tienen reconocido en la Ley Orgánica 2/2010, avalada por nuestro Tribunal Constitucional, frente a las obstáculos que para su efectividad se están multiplicando en los últimos años en algunas Comunidades Autónomas. Una amenaza que entronca, además, con la regresión que en materia de derechos sexuales y reproductivos constituye uno de los ejes centrales de las propuestas de una extrema derecha que, a nivel global, tiene puesto el foc...
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EL DERECHO A LA PEREZA

  Olvidado ya el verano, no he tardado en volver a la agenda repleta y a los días contados en función de compromisos múltiples que sobrellevo autoconvenciéndome de la suerte que tengo de trabajar en algo que me gusta. Apenas he necesitado unas semanas para sentir el agobio de plazos, de exigencias burocráticas y de todas esas presiones que en el ámbito académico nos obligan a ser eficientes y productivos. Inmerso en una espiral de auto explotación y permanente examen, me repito cada septiembre que tengo que aprender a decir que no pero vuelvo a dejarme llevar por el afán de estar y de ser visto. Fiel, por más que luche contra la máscara, a un mandato de masculinidad que nos obliga a definirnos por el hacer, ese que el capitalismo ha hecho suyo en beneficio de quienes sacan tajada de relaciones asimétricas que nos prometen felicidad.   No sé si porque los años van acumulando heridas, o porque mi pecho cada vez se niega con más frecuencia a obedecer lo que dicta mi cabeza de hom...

MAGNA INDIGNATIO

Durante muchos años disfruté de la Semana Santa como uno de esos acontecimientos que, más allá de lo religioso, me vinculaban con una suerte de   matria   en la que se mezclaban memoria y emociones. Pese a mi cada vez más firme agnosticismo, no podía sustraerme al impacto una   performance queer   en la que mis sentidos quedaban avasallados. De la misma manera que otros rituales colectivos, su carácter temporal y breve, concentrado en apenas unos días, multiplicaba su sentido. Era también una forma de medir el tiempo y de asumir que la belleza es efímera, como la vida es un ciclo en el que no cabe más eternidad que la sucesión intergeneracional de saberes y recuerdos. Todo ello, además, en una celebración que hacía del espacio público un lugar de convivencia y de rebelión incluso frente a la angostura de los templos cerrados y los púlpitos amenazantes. Una fusión de alma mediterránea, Sur enfebrecido y la estética disidente de quienes, en su mayoría, aprendieron a cu...

MAGDALENAS ETERNAS

  Nos hemos ido convirtiendo en unos individuos tan ensimismados, tan enclaustrados en nuestro propio “yo”, que con frecuencia olvidamos que son los otros quienes nos definen. La otredad que través de nuestra piel porosa es parte de lo que somos. Incluso la muerte, percibida siempre a través de quienes mueren, nos habla de nosotros mismos. Tal y como lo explica Ana Carrasco Conde en su libro La muerte en común ,   cuando una persona querida fallece hay una oquedad que se abre en nosotros, como un agujero que tiene que ver con su ausencia pero también con lo vivido y lo aprendido con ella. De ahí que el duelo sea en gran medida el proceso mediante el cual reajustamos ese hueco y nos acostumbramos a vivir con él, siendo pues distintos ya que también nos falta algo de nosotros mismos. En este inicio de octubre he sentido como uno de esos agujeros me rompía en dos y me llevaba a ese territorio incómodo donde la tristeza y la melancolía casi nos paralizan. Siempre que muere algui...

MASPALOMAS. De armarios, trincheras y sonrisas

  Hace unos días Carlos Boyero manifestaba su incomodidad con las escenas de sexo que aparecen en el preludio de   Maspalomas , expresada, como es habitual en él, con ese tono de desprecio con el que habla sobre todo lo que no forma parte de su mundo. Me imagino que si lo visionado por él no hubieran sido órganos sexuales masculinos ni cuerpos no normativos, y el director hubiera mostrado sensuales mujeres de pasarela, el asco del crítico se habría convertido casi en poesía.     En todo caso, las palabras de Boyero constituyen la más evidente expresión de cómo todavía hoy, más allá de las opciones sexuales de cada uno, nos cuesta reconocer a las personas de edad avanzada como seres con sexualidad y deseos. Una mirada edadista que las reduce a una suerte de minoría de edad que supone negarles derechos, dignidad y autonomía. Me imagino que incluso a cualquiera de nosotros nos cuesta imaginar a nuestros padres y a nuestras madres, situados ya en eso que tan estúpidament...

... Y ANA ABRIÓ EL ASFALTO

Cuando pienso en mis abuelas con 74 años, las recuerdo como mujeres muy viejas, atrapadas en rutinas nada creativas y con una apariencia que les hacía estar como fuera del mundo, de nuevo Penélopes pero en su caso ya a la espera de un final próximo. Es indudable que en apenas unas décadas ha cambiado la percepción de las edades, y no solo porque los cirujanos y los filtros nos ayuden a parecer más jóvenes, sino porque los avances en salud y cuidados, y en autonomía muy especialmente en el caso de las mujeres, nos están llevando a un siglo de personas de edad avanzada que continúan imaginando y haciendo. Por ello, cuando veo a  Ana Belén  en lo alto de un escenario, con los años que yo recuerdo oscuros sobre el cuerpo de mis abuelas, no puedo sino celebrar la vida y ser parte de una fiesta en la que envejecer pueda ser jubiloso, por más que en el caso de la madrileña todo o casi todo parezca un milagro.   Para quienes como yo llevamos toda la vida siguiéndola y admirándola...

LAS VECEJES INVISIBLES. A propósito de "Maspalomas".

Vivimos en sociedades edadistas en las que la juventud es un valor en sí misma y en las que imperan unos imaginarios en los que las personas, al sobrepasar el tiempo de la productividad y el escaparate, se vuelven invisibles o, en el mejor de los casos, son tratadas como si fueran, paradójicamente, menores de edad. El lenguaje que usamos a diario está lleno de esa mirada devaluadora sobre los viejos y las viejas, a quienes tratamos como si con los años hubieran perdido su estatus de ciudadanía y no les quedara más horizonte que ser cuidados y tutelados por quienes asumimos con ellos y con ellas un rol paternalista y negador de su autonomía. Nos cuesta imaginarlas más allá de como receptoras de servicios y de relatos que las condenan a vivir entre la resignación y la melancolía una etapa de la vida en la que no les damos la oportunidad de reinventarse. Unos mandatos que cada vez más las mujeres de edad avanzada están desobedeciendo con valentía admirable mientras que los hombres, en gen...